lunes, 16 de febrero de 2009

Casualidad.

Cuando todo estaba oscuro, nadie fu ni con una mísera linterna a alumbrarme las piedras que tenía que pisar para no caer.
Y caí.
Cuando todo allí abajo del lago se atravesó en mi cabeza, nadie fue en busca mía.
Y morí.

Cuando ascendí a lo alto del monte celestial, me dije que mi vida no podría terminar allí. Hice lo que pude por hacer algo por ella. Me convertí en un aprendiz. Un aprendiz del destino.

En sus momentos, él me daba algún que otro trabajo en tierra... Crear el destino de otra persona, o de una pareja, o de una familia. O el de toda una comunidad.

Algunas veces tenía reuniones con los enviados de la vida, de la muerte. De la naturaleza o del tiempo... para decidir sobre los futuros de las cosas. Cada uno hacia su parte.

Cierta vez me hicieron reunirme con el "Señor" (nuca veía sus caras. Era imposible de verlas). Me había llamado para darme un ascenso... Como un empleo normal... Me dijo que respondería a alguna pregunta que le allá querido hacer.

- ¿Por qué estoy acá?- Pregunte
- Eso lo vas a ver con el tiempo.
- Eso no es una respuesta.
- Eso lo vas a ver con el tiempo.

Eso fue lo último que me dijo. En ese momento aparecí en un bosque oscuro, a orillas de un río.
Ahí estaba yo, y ahí estaba mi compañero.
Un papel en mi bolsillo me daba mi próximo trabajo.
"Dale paso al enviado de la muerte, que el enviado de la naturaleza ya hizo su trabajo con las aguas tormentosas. Empuja a tu compañero al agua..."

Gral. Alej

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