domingo, 8 de febrero de 2009

Sus ojos, su boca, su alma.

Sus ojos muertos, miraban al más allá, perdidos en el tiempo, sin más días que ver.
Solo después de muerto, se le dibujo una sonrisa, en esa cara amargada por los años, que deseaba aquél momento, sin interés de volver en vida.
Su corazón ya no latía, pero su alma crecía en forma de una flor, a un lado de aquel hombre que había decidido dormir una eternidad más, como el agua brotando de una fuente.
Ya no había mañanas que valgan, solo albas dorados en otra parte que no esta, pero en un tiempo en que se iba.
Ya no había tardes de cielos iluminados por un sol invisible, si no que se contemplaban desde otro entorno.
No despejaba nunca esa única nube que subía por la montaña, sin prisa y sin detenerse, cuando quería blanca, o naranja en otros casos. Pero siempre lo vería como un hombre. Ya sin cuerpo. Pero un hombre al fin.
Y cuando este ya halla salido en su busca, no la alcanzaría, la nube se irá, sin preguntar el porque.
Al fin y al cabo, como madre de un arco iris, ella quiere proteger a su, ahora incoloro, hijo sin rayos.

Gral. Alej

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