jueves, 19 de febrero de 2009

Cuando dos mundos se miran

Como una contradicción de lo que sucedió hacia dos días, el contraste de los mares brillando bajo un mismo Sol, hizo que al fin se vean las caras.
A diferencia del primer y segundo día, en este momento los mundos pudieron abrir sus ojos, que hasta ese momento permanecían cerrados por la oscuridad y la desconfianza de no estar suficientemente firmes.
Pero al fin el momento, el tercer día, el día del fin de las habladurías que habían mantenido hasta ese momento, para comprobarlo por ellos mismos. Sus bocas como cañones de un viejo río; sus mejillas de suaves mesetas recortadas por una sombra de una montaña: una nariz puntiaguda y sin mucho carácter, a diferencia de sus ojos del tamaño de dos lunas, que al abrirse dejaron caer un río de lagrimas que nutrió a sus cuerpos. Y se miraron. Y ahora con brazos, se abrasaron. Y ahora con alas, recorrieron su espacio, sin fin, sin más nada que hacer, más que el uno y el otro.


Gral. Alej

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